En la remota antigüedad, la cruz fue usada como símbolo sagrado y nexo de unión de los elementos materiales y espirituales de cierto misticismo cósmico: el hóros o límite entre el universo inmanifestado y el mundo de los mortales, que solo el Hijo, representado como el Sol, podía atravesar en calidad de intermediario entre los dioses y los hombres.