«The Messiah-Christ is an ancient and archaic myth reformulated by the sects of apocalyptic messianism and transformed by Gnosticism and the Church of the second century».
At the end of November 2021, the book “Sacrifice and Drama of the Sacred King” began to be distributed, which contains, according to specialists and according to the author himself, a particular vision of Christianity, its most immediate antecedents and its most remote origins. A vision of Christ and the birth of the Church built with a methodology that flees both from the theological visions of Catholic and Lutheran researchers, as well as from the analytical and abstract approaches commonly used by the contemporary academic world. In such a way that the theory of Christianity that this work proposes is that of a varied set of phenomena and cultural references that, in clear and constant evolution, converged in a specific cultural context: that of Hellenistic (and Hellenized) Judaism of the centuries before and after the turn of the era, and before the rabbinical Judaism of the second century. But nobody better than its author, Eliseo Ferrer, to explain the details of the work.
A propósito del libro del autor holandés Martijn Linssen: «Gospels, Epistles, Old Testament – The order of books according to Jesus Christ», publicado a finales del pasado año 2023. Un libro realmente sorprendente e innovador que presenta una radical ruptura con los convencionalismos tradicionales en torno a los orígenes del cristianismo primitivo. ¡Las traducciones han sido fraudulentas!
Eliseo Ferrer (declarado ateo esencialista) plantea en esta carta pública un carácter «sagrado» de los orígenes antropológicos de las distintas culturas; y ello desde posiciones materialistas que nada tienen que ver con el creacionismo divino de la teología ni con el de las creencias religiosas. Ferrer ofrece como puntos de referencia los trabajos de Walter Burkert y de Gustavo Bueno, para situarnos en un estadio previo a la cultura humana dominado por la cultura animal de los homínidos y los primates. Al mismo tiempo, Eliseo Ferrer, sobre la base del Materialismo Filosófico de Bueno, hace una disección conceptual de campos gnoseológicos (religión, relaciones numinosas, chamanismo, magia, fetichismo, santidad, etc.) contenidos dentro de la idea de lo sagrado, para llegar a la conclusión de que la Religión (institucionalizada), tal y como hoy la entendemos, es un fenómeno relativamente reciente, fruto del zoroastrismo persa y de los filósofos griegos. De esta forma, apoyado en los tres estadios de Gustavo Bueno, el autor habla de Cultos animales, Cultos mitológicos y Religiones teológicas.
El libro aborda de las bases materiales de la creación del mundo y de lo sagrado. Un Mundo que el autor define como algo «en permanente construcción, a cargo de Sujetos Operatorios que encontraron el primer «sentido» en su relación con los animales y en la regularidad de los movimientos cósmicos».
Como afirma el autor, lejos de todo sensacionalismo y de toda intención perturbadora, lo que encontrará en este libro es un conjunto de fenómenos, más o menos relacionados y sostenidos por estructuras y relatos de sentido, que constituyen el fundamento de la práctica totalidad de las culturas antiguas. Es decir, encontrará una serie de fenómenos no accidentales ni gratuitos, reiterados temporalmente bajo la práctica del ritualismo y provistos del significado analógico, práctico y finalista que les ofrecían los mitos. De tal manera que, cuando hablamos de «sacrificios humanos», hablamos de rituales sangrientos en los que se asesinaba a hombres, a mujeres y a niños no de forma cruel, inopinada y caprichosa, sino a través de una liturgia perfectamente institucionalizada, cuyas razones de índole práctico aparecían fundadas en los mitos. Es lo mismo que ocurre cuando hablamos de «canibalismo ritual» o de «antropofagia mística», dentro de cuyas consideraciones se excluyen las prácticas, sin duda reales, motivadas por razones límite y derivadas de una necesidad meramente supervivencial y biológic
Y algo parecido ocurre también cuando hablamos de «sexualidad ritual» o de «prostitución sagrada», que no debemos entender bajo la influencia de las anacrónicas ideologías desde las que se estudiaron estos asuntos a lo largo del siglo diecinueve y una buena parte del veinte, sino desde una perspectiva muy diferente… Una punto de vista que exige contemplar la sacralidad de la sexualidad femenina dentro de los cultos neolíticos de la fertilidad, como correlato de la sacralidad de la tierra y de la diosa madre; y que, entre otros, englobaba elementos tan heterogéneos como la mitología de la muerte y la resurrección ritual del hijo y/o amante de la divinidad; la concepción de la diosa-tierra y de las diosas antiguas (Inanna, Ishtar, Astarté, etc.) como garantía de regeneración y fecundidad del cosmos; o la institución del rito del matrimonio sagrado (hieros gamos) en el que el cielo y la tierra, representados por el soberano y por una hieródula del templo de la diosa, copulaban dentro de los ritos y ceremoniales del año nuevo.
Se trata de las bases materiales de la creación del mundo y de lo sagrado: un Mundo en permanente construcción, a cargo de Sujetos Operatorios que encontraron el primer «sentido» en su relación con los animales y en la regularidad de los movimientos cósmicos.
El autor incluye los contenidos de esta obra dentro del contexto que estableció el tránsito entre los cultos paleolíticos a los númenes animales («religión primaria») y los cultos mitológicos del Neolítico («religión secundaria»), en ese tiempo en que se produjo la revolución agrícola, seguida de la revolución urbana de los primeros cultivadores junto a las grandes cuencas fluviales. Se trata de contenidos que fueron en parte sugeridos en su libro Sacrificio y drama del Rey Sagrado (2021), pero que aquí amplía y reformula de cara, entre otros objetivos, a reforzar los elementos básicos de una teoría antropológica de la construcción de lo sagrado. Si bien, como el mismo autor reconoce, con el propósito más amplio de reconsiderar y volver al estudio de una serie de fenómenos socioculturales sometidos secularmente a interpretaciones teológicas e ideológicas, cuando no a todo tipo de prejuicios culturales y religiosos. Que es lo que sucede generalmente cuando hablamos de «sacrificios humanos», de «prostitución sagrada», de «canibalismo ritual» o de «expiación y redención en el mundo antiguo».
A través de un elaborado preámbulo en el que expone la filosofía materialista de la religión de Gustavo Bueno, Eliseo Ferrer toma precauciones para evitar que los contenidos expuestos (realmente extraños y sorprendentes para un lector contemporáneo) «puedan parecer construidos desde un formalismo hipostasiado, de carácter idealista, que deje a sus referentes flotando entre el más absoluto vacío ontológico y las ficciones del capricho de autor. Al contrario, —señala— me veo en la obligación de aclarar que los cinco grandes fenómenos que se abordan (el sacrificio humano ritualizado, el rey sagrado asesinado y resucitado, el canibalismo ritual, la sexualidad ritual y la expiación y la redención en el mundo antiguo) forman parte de una reconstrucción real (y no imaginaria ni literaria), sujeta metodológicamente a una línea temporal de carácter dialéctico y procesual, dentro de contextos que los engloban y someten a constante interacción: un proceso que tiene su origen en la acción, el trabajo con diferentes elementos materiales y la interacción de los hombres con el medio ambiente a través de las herramientas y el uso racional de las diferentes técnicas de supervivencia».
Lejos de una revelación sobrenatural y muy lejos también de un dios creador y omnipotente, Ferrer sienta las bases de la creación del mundo y del nacimiento de las primeras instituciones sagradas en las relaciones de los distintos grupos humanos con el medio material circundante. Como ha repetido en innumerables ocasiones, todas las ideas de la teología (no solo de la filosofía) provienen de conceptos prácticos, de carácter técnico, que surgieron a partir del primer sistema de producción de la historia: aquel que se manifestó en las culturas neolíticas a través del descubrimiento y la práctica de la agricultura. «He aquí, en la repetición de los ciclos cósmicos —explica—, la base antropológica y prehistórica que excluye cualquier otra interpretación de tipo metafísico o teológico en torno a las nociones primigenias de inmortalidad, reencarnación, resurrección, etc.».
No hubo, en consecuencia, y según esta perspectiva, revelación sobrenatural ni manifestación transcendente de lo sagrado en un momento determinado de la historia. Por paradójico que parezca, la base de la construcción espiritualista (que venía fraguándose desde el Paleolítico a través de la relación de los primeros hombres con los númenes animales) se desarrolló en simbiosis, dentro de una continua espiral de interrelaciones recíprocas, con la manipulación del medio natural a través de las manos, a través de las herramientas, de las armas de caza y de las primeras técnicas de producción de bienes de uso y consumo.
Reseña de mi nuevo libro: SACRIFICIOS HUMANOS, CANIBALISMO Y SEXUALIDAD RITUAL EN EL MUNDO ANTIGUO. (Elementos para una teoría de la construcción de lo sagrado).
Esta amplia reseña ha aparecido en: Revista RELACIONES. Montevideo (Uruguay). Nº 478 – Marzo de 2024. Páginas 24 y 25.
Os dejo el enlace al PDF del extenso comentario crítico que JORGE LIBERATI, de Montevideo, ha hecho a mi nuevo libro: SACRIFICIOS HUMANOS, CANIBALISMO Y SEXUALIDAD RITUAL EN EL MUNDO ANTIGUO.
Según Liberati, la obra se consagra como construcción del todo original, materialista en el sentido de un materialismo no visiblemente histórico ni estrictamente dialéctico. Una visión independiente y objetiva, aunque apasionada, seriamente documentada de acuerdo a una estructura temática convincente y cuyo poder de persuasión no abriga el propósito de contravenir los principios fundamentales de la tradición teológica, sino el de investigar sus antecedentes y demostrar sus ancestrales correlaciones desde siempre ignoradas o desde siempre solapadas.
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En su nuevo libro, Ferrer empieza por estipular que “las bases de toda construcción sagrada, religiosa, mistérica, espiritual y trascendente, en suma, como queramos llamar a este conjunto de fenómenos de indudable realidad ontológica y carácter objetivo, encuentra su fundamento y su núcleo originario en las condiciones materiales del hombre de las cavernas, dentro de un contexto eminentemente zoológico. Desvela su primigenia razón de ser en la lucha con el medio circundante, en el trabajo con las manos, en la creación de las primeras instituciones culturales y en las distintas técnicas de supervivencia: desde la caza con flechas de puntas de sílex a los primeros rudimentos agrícolas o a las primeras nociones de construcción de espacios cerrados y protegidos de las amenazas exteriores.”
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Hay que decir que el Materialismo Filosófico del español Gustavo Bueno respalda algunas de las más importantes afirmaciones de su compatriota, Eliseo Ferrer.
El Discurso o la Epístola a Diogneto, como queramos llamar a este texto, es un escrito considerado cristiano por las diferentes iglesias, y, aunque no canónico, se encuentra entre los textos aceptados y recomendados por la Iglesia Católica. Pero, cuidado, este texto no es lo que parece… Este escrito encierra un contenido que no es el que pudiera desprenderse de una lectura rápida y superficial.
Tan solo el mito del descenso del Hijo de Dios (el Unigénito) y de su encarnación sirvieron de base en esta obra para explicar un cristianismo de carácter místico y filosófico, en el que, por no haber, no hubo ni Jesús ni muerte ni resurrección del Mesías-Christós. Digamos que el texto de la Epístola o Discurso a Diogneto presenta todas las carencias propias de la literatura «apostólica» relativas a las fabulaciones posteriores, derivadas estas últimas de la lectura literal del midrash evangélico. El texto dirigido a Diogneto no contiene a Jesús, no existe Belén, no hay Nazaret, no hay María, no hay José, no hay Pilatos, tampoco hay apóstoles, no hay Gólgota, no hay crucifixión, etc., etc., etc.). Incluso, presenta algo mucho más grave e irreparable, desde el punto de vista de la «ortodoxia» eclesiástica, tratándose de una obra o un discurso con el que se pretendía instruir a su destinatario sobre los rasgos esenciales de la doctrina de los cristianos: ¡Esta obra carece de Cristo!… ¡En el Discurso a Diogneto no hay Ungido! No hay Mesías; no hay Josué-Jesús y, en consecuencia, no hay tampoco muerte ni resurrección del Unigénito… Por lo que, en última instancia, no hubo tampoco sacrificio redentor del Hijo dentro de una teología muy esquemática, en la que Padre y el Hijo eran los exclusivos protagonistas de la salvación, a través de la operatividad alegórica del mito del descenso a la tierra y de la encarnación del Hijo de Dios.
Y aquí es donde aparecen los primeros e inevitables interrogantes, tratándose de un texto aceptado por la Iglesia: ¿Cómo pudieron llamarse «cristianos» y llamar a su movimiento «cristianismo» gentes que ignoraban por completo el significado del Mesías-Christós y todo el ficticio andamiaje de la «jesusología» de la Iglesia posterior? ¿O hablaban de algo diferente, quizás, cuya nomenclatura fue sustituida en el siglo segundo por el sintagma «cristianos», de contenido semántico y soteriológico similar?
Presento a través de este post siete enlaces a mi trabajo:
SIGNOS Y SÍMBOLOS DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO. EL CENTENARIO Y LENTO PROCESO DE IMPLANTACIÓN CATÓLICA DEL SIMBOLISMO GNÓSTICO DE LA CRUZ Y EL CRUCIFIJO.
Os aseguro que los asuntos que se abordan son de gran interés para todo el mundo. Asuntos que jamás nadie os ha contado:
Estimados amigos: A propósito de una entrevista que me hizo Sofía G. Orlowski el pasado año 2021, ésta es la lapidaria «leyenda» que me han dedicado en un foro de ateos militantes, y que me ha sorprendido jocosamente.
Os paso enlace (arriba y abajo) a esta entrevista porque, la verdad, la tenía un poco olvidada; pero estos furibundos increyentes han venido a recordarme que tiene, más allá de la actualidad que la motivó en su día (la salida de mi libro SACRIFICIO Y DRAMA DEL REY SAGRADO en 2021), un indudable valor cultural y mitológico. Y no sé si también religioso.